Como espumas marinas
llegan para sujetarse
en las arterias,
mascadas y revueltas
de nostalgia,
mecidas por música ancestral
que nadie olvida.
No sé cómo se sostienen
pero también lo hacen
encima de los árboles,
sobre hojas descosidas,
o sobre un rostro prestado
en el que se asoman
como remedos de sonrisa.
Vienen constantemente
y se quedan.
Blancos, como flor de almendro,
umbríos como el llanto
del ave con plumaje negro.
Recuerdos,
recuerdos sostenidos,
a veces, culpados de silencios.
Poema del libro "Sendero de latidos"
©Texto y fotogafía de Susana Jiménez Palmera.